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Resistencia LGBTTTNQIA+ contra la Violencia Espiritual
Amado Flora es une activista argentine, lesbiane trans no binarie, investigadore sobre discursos de odio y violencia religiosa. Amado es talleriste en la Casa de Diana y Lohana y coordinadore de Vozes Cuir: Observatorio de identidades lesbobitttrans sobrevivientes de violencia espiritual y religiosa.
LGBTTTIQA+ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgénero, intersex, queer, asexuales y más) es la forma en que el movimiento trans en Argentina ha reivindicado el acrónimo para nombrar la diversidad entre las identidades trans.
En mi caminar, me encuentro reconociendo un mundo en el que somos demasiadas las personas que apenas sobrevivimos, y muy pocas quienes viven plenamente. Este mundo a muches nos es ajeno, pues fue diseñado por y para hombres cis, heterosexuales, occidentales y blancos. Aquí lo importante es acumular dinero y producir cosas que no necesitamos o peor aún, que contaminan nuestras tierras y enferman nuestros cuerpos. Este orden de desigualdades, de enfermedad y de desconexión requiere crear hegemonías que lo sostengan, privilegios y roles que desempeñar. A aquellas cosas que son verdaderamente valiosas para el entramado de vida en el planeta se las ve como descartables, un medio en pos de un fin.
Cuando revisamos las cifras de crímenes de odio, sabemos que para ese sistema hay existencias que no son dignas de ser vividas: niñes que mueren por desnutrición, animales asesinados en mataderos y humedales ardiendo diariamente para el aprovechamiento de los negocios inmobiliarios. Esta opresión a gran escala, que busca seguir produciendo muertes que mantengan el andar del mundo tal cual lo conocemos ahora, está en tensión constante con las identidades lésbicas, gay, travesti, trans, trans no binarias, pansexuales, intersexuales, asexuales y cuirs.
Discursos y Crímenes de Odio
Según la Unesco los discursos de odio por orientación sexual, identidad o expresión de géneros son expresiones a favor de la incitación a hacer daño (particularmente a la discriminación, hostilidad o violencia) con base en la identificación de la víctima como perteneciente a determinado grupo identitario. Pueden incluir, entre otros, discursos que incitan, amenazan o motivan a cometer actos de violencia. Son expresiones que alimentan un ambiente de prejuicio e intolerancia en el entendido de que tal ambiente puede incentivar la discriminación y hostilidad. 1
En cuanto a los crímenes de odio, es interesante que no exista una definición generalizada internacionalmente: el término fue creado por activistas antirracistas, y se continúa recreando en las voces de quienes buscan nombrar las modalidades que tienen los sistemas de opresión para invalidarnos, y ejemplificar lo que le espera a quienes deciden cuestionar la identidad que les fue dada. Así como “femicidio” y “trans-feminicidio”, existen palabras que nacen para permitirnos nombrar nuestras formas de morir.
Sabemos también que esas narrativas violentas se materializan no sólo en acciones, sino también en políticas públicas y violaciones graves a los derechos humanos. Las listas de asesinatos a personas LGBTTTIQA+ siguen creciendo año con año en todos los países de América Latina, en muchos casos cometidos por servidores públicos, como es el caso de las alarmantes cifras de transfeminicidios cometidos por fuerzas policiales, que muy pocas veces son investigadas de forma adecuada.2
Los crímenes de odio nunca tienen una sola víctima, ya que impactan a toda persona que se asocie a determinadas características. La agresión a una persona afecta también al colectivo y a la sociedad en su conjunto. Según la Federación LGBT Argentina, los crímenes de odio son un “tipo de crímenes voluntarios, conscientes, generalmente realizados con saña, que incluyen –pero no se limitan a– violaciones del derecho a la dignidad, a la no discriminación, a la igualdad, a la integridad personal, a la libertad personal y a la vida. Esta agresión tiene la
Los crímenes de odio nunca tienen una sola víctima, ya que impactan a toda persona que se asocie a determinadas características. La agresión a una persona afecta también al colectivo y a la sociedad en su conjunto. Según la Federación LGBT Argentina, los crímenes de odio son un “tipo de crímenes voluntarios, conscientes, generalmente realizados con saña, que incluyen –pero no se limitan a– violaciones del derecho a la dignidad, a la no discriminación, a la igualdad, a la integridad personal, a la libertad personal y a la vida. Esta agresión tiene la intención de causar daños graves o muerte a la víctima, y está basada en el rechazo, desprecio, odio y/o discriminación hacia un colectivo (…) en este caso la población LGBT”. 3 Esta definición se contrapone a los famosos “crímenes pasionales”, que aluden a una reacción inconsciente de las personas. Los crímenes de odio no son irracionales: son una forma de disciplinamiento colectivo, con un mensaje muy bien calculado.
¿Qué tiene que ver esto con la Violencia Espiritual?
Es imposible analizar estos sistemas de muerte sin tomar en cuenta el papel que la religión ha tenido en su formación y sustento. Las personas LGBTNIQA+ sabemos lo que se siente cuando la fe se utiliza como un arma en nuestra contra, cuando se nos obliga a despojarnos de nuestra espiritualidad, cuando la imagen de una Divinidad bondadosa y llena de amor se usa para amenazarnos o justificar nuestro sufrimiento no sólo en esta vida, sino por toda la eternidad.
La Violencia Espiritual (o Violencia Eclesiástica, como la denominan nuestres compañeres del colectivo Fe sin Violencias) es aquella ejercida usando interpretaciones, doctrinas o enseñanzas de índole espiritual o religioso sobre una persona o un grupo de personas, sean integrantes de la comunidad de fe o no. Esto incluye abuso sexual, pero también simbólica, económica y laboral.La Violencia Espiritual no habita únicamente dentro de las instalaciones de los templos ni opera de forma aislada a otras estructuras de opresión: el neoliberalismo, capitalismo y el fundamentalismo religioso son tres grandes reproductores de creencias y formas de organizar la vida, las cuales se presentan como las únicas formas válidas de vivir.
Sabemos pues que la manipulación de las personas desde dogmas religiosos son potenciadora y legitimadora de prácticas discriminatorias, discursos y crímenes de odio cuando se alejan de los derechos humanos. La Violencia Espiritual en contra de poblaciones LGBTTTIQA+ se manifiesta de muchas maneras distintas: burlas, apodos, caricaturización en medios, agresiones físicas, trabas para acceder a servicios de bienestar social, discriminación laboral 4, extorsión para mantener nuestras identidades en el ámbito de lo privado, invisibilización de nuestras trayectorias académicas o profesionales, falta de acceso a Educación Sexual Integral inclusiva y comprensible, imposición de esfuerzos para corregir, reprimir o suprimir la orientación, identidad o expresión de género de las personas (ECOSIG), conocidos popularmente como “terapias de conversión”, entre otras. En el caso de estas últimas me interesa profundizar en el discurso de odio que pregona que las identidades de género, las expresiones de género y la orientación sexual se pueden curar o corregir.
Hablar de “terapias” es alimentar un discurso de odio que busca volver a poner nuestras identidades como enfermedades sin base científica. A pesar de que existe un consenso por parte de organizaciones internacionalmente reconocidas de que estas prácticas carecen de reconocimiento médico y representan una grave amenaza a la salud y los derechos humanos de las personas afectadas, las ECOSIG siguen siendo comunes en América Latina y el resto del mundo. En Argentina, la Ley de Salud Mental explicita que no se pueden hacer diagnósticos con base en la identidad de géneros de las personas, sin embargo, muchas iglesias u organizaciones esquivan dichas normas procurando no llevar adelante estos discursos de odio desde los púlpitos, sino desde pequeños grupos de acompañamiento espiritual, espacios de seguimiento uno a uno, grupos de jóvenes, encuentros de sanidad interior, entre otros. Sus procedimientos, que en muchos casos involucran violaciones, abuso sexual, aislamiento, golpes y alimentación forzada, frecuentemente son realizados o celebrados por líderes religiosos. Se les dice a nuestras familias que nos están cuidando, que esas prácticas de tortura física, psicológica y espiritual persiguen un “bien mayor”: la salvación de nuestra alma. Sin embargo se nos lleva a los límites físicos, mentales y espirituales, se nos traumatiza, disocia y atentan con nuestra integridad.
Los desafíos que nos quedan
Safina Newbery fue una activista, lesbiana, ex-monja, antropóloga y una de las propulsoras de Católicas por el Derecho a Decidir. En su trabajo, ella explica que la cultura occidental y cristiana en la que estamos ubicades hoy está estructurada por relaciones de poder duales, es decir, binarias y verticalistas.
Frente a este sistema, nuestra única opción posible es disentir; confrontar la manera en la que nos vinculamos ya sea a nivel personal, entre nuestras amistades, grupos de activismo y organizaciones. A continuación algunas ideas para hacerlo::
-Dejar de asumir que las personas que integran nuestros espacios son heterosexuales o cisgénero.
-Preguntarnos cuáles son las identidades que toman decisiones en la organización y pensar estrategias para que se diversifiquen.
-Hacernos responsables de nuestros sesgos y procesos formativos sin esperar que las personas LGBTTTIQA+ nos expliquen todo.
-Repensar las estrategias de solución de conflicto que vayan más allá del punitivismo: una reacción que pueda ser leída como violenta es un desencadenante de muchas situaciones traumáticas vividas.
-Diferenciar la inclusión de la afirmación. No estamos “incluyendo” a “otres” en “nuestros” espacios: formamos parte del ejercicio de afirmar la pluralidad de identidades que existen, incluidas las nuestras.
que to asumiendo que todas las identidades son una elección y una construcción. Revisar si las tareas y responsabilidades se disponen por estereotipos de géneros.
-En los espacios de niñeces, revisar si las tareas y responsabilidades se disponen por estereotipos de géneros. habilitar su libre desarrollo y trabajar por la creación de una cultura que celebre la diversidad.
-Evitar la división binaria según el género asignado al nacer.
-Desmontar la idea opresiva y violenta que se ha construido de la Divinidad, escuchando y amplificando las voces de teólogues cuir y feministas que la desafían.
Los grandes poderes saben que quienes disentimos y ampliamos nuestra capacidad de amar más allá de los límites impuestos somos un enorme riesgo. El simple hecho de caminar por las calles con orgullo es un recordatorio de que hay otras maneras de habitar el mundo, de que es posible trans-formar todo lo que se dice absoluto e indispensable. Por esto nos organizamos: para exigir y construir vidas dignas, porque nuestra vida y nuestras identidades son resistencia y revolución colectiva.
Referencias
1 https://www.un.org/en/genocideprevention/documents/advising-and-mobilizing/Action_plan_on_hate_speech_ES.pdf
2 http://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/violenciapersonaslgbti.pdf
3 https://falgbt.org/crimenes-de-odio/
4 En el caso de Argentina desde el año 2021 tenemos el cupo laboral travesti/trans, que entre otras cosas señala que al menos el 1% de los puestos del estado deben ser ocupados por estas identidades. A pesar de que esto es un gran avance, los obstáculos que hemos encontrado al ponerlo en práctica nos llevan a entender la dimensión estructural del problema: no es justo esperar que un colectivo que históricamente trabajó de manera informal sin ningún tipo de derecho laboral responda con las mismas herramientas que una persona cis género que ha tenido privilegios laborales toda su vida, que siempre tuvo cuenta bancaria, que pudo tramitar a tiempo su obra social y a quien siempre se le han respetado sus pronombres/identidades. Impulsar este tipo de iniciativas es necesario pero no suficiente, debemos también crear la infraestructura social y cultural necesaria para que estas funcionen de manera adecuada.
LGBTQIA+ Resistance Against Spiritual Violence
Note to the Reader: this blog was originally written in Spanish; therefore, all cultural or social references are subject to the authors’ context.
Amado Flora is an Argentinian lesbian, trans, non-binary activist and researcher on topics related to hate speech and religious-based violence. They facilitate workshops at La Casa de Diana y Lohana, a trans community center in Buenos Aires and coordinate an observatory on religious-based violence against lesbian, bisexual, and trans identities called Vozes Cuir: Observatorio de identidades lesbobitttrans sobrevivientes de violencia espiritual y religiosa.
LGBTTTIQA+ (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, travestis, transgénero, intersex, queer, asexuales, plus) is the way the trans movement in Argentina has reclaimed the acronym to name the diversity between trans identities. To know more about the history of the trans movement in Argentina, click here or visit http://attta.org.ar/historia/.
As I walk in this life, I find myself acknowledging a world in which too many of us barely survive, and one in which not many of us are fully living. This world is alien to many, as it was designed by and for cis, straight, western, and white men. In this reality, the objective is to accumulate money and produce things we do not need, and worse, that pollute our lands and make our bodies sick. These systems of inequalities, disease and disconnection require the creation of the hegemonies that maintain it; privileges and roles to play. The things that are truly valuable to the essence of life on the planet are seen as disposable, a means to an end.
When we look at the numbers for hate crimes, we can see that there are lives that are not worth saving according to these systems of power: children dying of malnutrition, animals killed in slaughterhouses, and wetlands burning every day for the exploitation of real estate businesses. This large scale oppression seeks to continue producing that which causes our deaths. Keeping the world as we know it now is in constant tension with lesbian, gay, transvestite, trans, trans non-binary, pansexual, intersex, asexual and queer identities.
Speeches and Hate Crimes
UNESCO defines hate speech as “any kind of communication in speech, writing or behaviour that attacks or uses pejorative or discriminatory language with reference to a person or a group on the basis of who they are” 1 Hate speech includes, but is not limited to, speech that incites, threatens or motivates acts of violence. These are expressions that feed an atmosphere of prejudice and intolerance in the understanding that such an environment encourages discrimination and hostility.
As for hate crimes, there is no internationally generalized definition: the term comes from anti-racist activists, and it is recreated in the voices of those who seek to name the ways in which the system invalidates or punishes their existence. Just as the “femicide” and “trans-femicide”, there are words that are born for us to be able to describe the ways in which we are dying.
We also know that violent ideologies materialize not only in interpersonal actions, but also in public policies and other severe violations of human rights. The lists of murders of LGBTTTIQA+ people continue to grow year after year in every single Latin American country. In many cases hate crimes are committed by public servants which are rarely adequately investigated, as is the case of the alarming figures of transfemicides committed by police forces. 2
Hate crimes never have a single victim, they impact anyone who shares those certain characteristics. These aggressions also affect the collective and society as a whole. According to the Argentinian LGBT Federation, hate crimes are a “type of voluntary, conscious crimes, usually carried out viciously, which include – but are not limited to – violations of the right to dignity, to non-discrimination, to equality, to personal integrity, to personal liberty, and to life. The aggression is intended to cause serious harm or death to the victim, and it is based on rejection, contempt, hatred and/or discrimination towards a group (…) in this case the LGBT population.”3 This definition is opposed to the famous “crimes of passion” category, which alludes to an unconscious, irrational reaction of someone in response to someone in our affected community. But hate crimes are not irrational: they are a form of a collective discipline process, with a very well-calculated message.
What does this have to do with Spiritual Violence?
It is impossible to analyze these systems of death without taking into account the role that religion has had in their formation and foundation. LGBTTTIQA+ people know what it feels like when faith is used as a weapon against us, when we are forced to strip ourselves of our spirituality, when the image of a kind and loving Divinity is used to threaten us or justify our suffering not only in this life, but for all eternity.
Spiritual Violence (or Ecclesiastical Violence, as it is called by our partners at the Fe sin Violencias Collective), is when interpretations, doctrines or teachings of a spiritual or religious nature about a person or a group of people are used to cause harm, whether or not the person is a member of a community of faith. This can also include sexual, symbolic, economic and labor abuses.
Spiritual Violence does not live only within churches nor does it operate in isolation from other structures of oppression: neoliberalism, capitalism and religious fundamentalism are three core reproducers of certain beliefs and ways of living, which are presented as the only valid ways to exist.
We know, then, that the manipulation of people by religious dogmas empowers and legitimizes discriminatory practices, crimes and hate speech when they decenter human rights. Spiritual Violence against LGBTTTIQA+ people manifests in many different ways: mockery, nicknames, stereotypes in the media, physical aggression, obstacles to accessing social welfare services, labor discrimination 4, extortion to maintain our identities in the private sphere, invisibility of our academic or professional trajectories, lack of inclusive and comprehensive sex education, imposition of efforts to correct, repress or suppress the orientation, identity or gender expression of people, popularly known as “conversion therapies”– among others. In this last case.
Let’s take a closer look into the hate speech that proclaims that gender identities, gender expressions and sexual orientation can be cured or corrected: To speak of “therapies”, such as “conversion therapies”, is to feed a type of hate speech that seeks to reposition our identities as diseases, even without any scientific basis. Despite a consensus among internationally recognized organizations that these practices pose a serious threat to the health and human rights of affected persons, this type of interventions remain common in Latin America and the rest of the world. In Argentina, the Mental Health Law explains that diagnoses cannot be made based on people’s gender identity, however, many churches or organizations get around this law by taking their hate speeches from the pulpits to small groups of spiritual accompaniment, one on one meetings, gatherings of young people, meetings for inner healing, among others. Their modus operandi, which in many cases involve sexual abuse, isolation, beatings, corrective rape, and force-feeding, are often performed or celebrated by religious leaders. Our families are told they are taking care of us; that these practices of physical, psychological and spiritual torture pursue a greater good: the salvation of our soul. However, we are taken to our physical, mental and spiritual limits; we are traumatized, dissociated and the very integrity of our beings is threatened.
The challenges remaining
Safina Newbery was an activist, lesbian, ex-nun, anthropologist and one of the pioneers for Católicas por el Derecho a Decidir (Catholics for Choice) in Argentina. In her work, she explains that the Western Christian culture, in which we are located today, is structured by dual power relations, that is, binary and top-down.
Faced with this system, our only possible option is to rebel; confront the way we engage on a personal level, between our friends, activist groups and organizations. Here are a few ideas to do so:
-Stop assuming that the people in our spaces are heterosexual or cisgender.
-Ask ourselves what are the identities of the decision-makers in our organizations, and work on strategies to diversify.
-Take responsibility for our biases and learning processes without waiting for LGBTTTQIA+ people to explain themselves.
-Think about conflict resolution strategies that go beyond a punitive approach: a reaction that could be read as violent can be a trigger for many because of their traumatic experiences.
-Differentiate inclusion from affirmation; we are not “including” people into our spaces, we take part in the process of affirming everyone’s diverse identities, including our own.
-In the spaces of children, check if tasks and responsibilities are assigned based on gender stereotypes, enable their free development, and work towards a culture that celebrates plurality.
-Stop categorizing people in binaries based on their gender assigned at birth.
-Dismantle the oppressive and violent idea that has been constructed of the Divinity. Listen to and amplify the voices of theologians and feminists who challenge it.
The systems of power know that those of us who disagree with them and expand our capacity to love beyond the limits imposed are an enormous threat. The simple fact of walking the streets with pride is a reminder that there are other ways of inhabiting the world, that it is possible to transform everything that is understood as absolute and unchangeable. This is why we organize: to demand and build dignified lives, because our lives and our identities are collective resistance and revolt.
References
1. https://www.un.org/en/genocideprevention/documents/advising-and-mobilizing/Action_plan_on_hate_speech_ES.pdf
2. http://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/violenciapersonaslgbti.pdf
3. https://falgbt.org/crimenes-de-odio/
4. In the case of Argentina, since 2021 we have the transvestite/trans labor quota, which, among other things, indicates that at least 1% of state positions must be occupied by these identities. Despite the fact that this is a great advance, the obstacles that we have encountered when putting it into practice lead us to understand the structural dimension of the problem: it is not fair to expect that a group that historically worked informally, without any type of labor law, will respond with the same tools as a cis-gender person who has had work privileges all his life, who always had a bank account, who was able to process his social security on time and whose pronouns/identities have always been respected. Promoting this type of initiatives is necessary but not always sufficient, we must also create the necessary social and cultural infrastructure for them to function properly.