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“Terapias” de Conversión: Diez razones por las que debemos oponernos a ellas sin duda y con vehemencia
Karina Vargas Espinoza es costarricense, educadora, teóloga feminista y bachiller en Psicología de la Universidad Nacional de Costa Rica. Tiene una Maestría en Estudios sobre Violencia Social y Familiar de la Universidad Estatal a Distancia. Actualmente se desempeña como directora del Centro de Estudios sobre Violencia Espiritual, Sanidad y Cambio Social de Soulforce y como profesora de Teologías de Liberación en la Universidad de Augsburg, Minnesota. Dentro de sus enfoques principales de investigación están las dinámicas de poder que intervienen en las violencias de tipo espiritual-religioso y los procesos terapéuticos para apoyar a sobrevivientes de estas formas de violencia.
Las mal llamadas “terapias” de conversión son objeto de debate alrededor del mundo por ser prácticas dañinas asociadas a formas más complejas de violencia y abuso en grupos religiosos y espacios de atención por parte de profesionales en salud. A continuación exploraremos diez razones por las que tomar posición en contra de estas prácticas constituye ponerse del lado de la vida, la justicia y el respeto a los derechos humanos.
1. No tienen nada de terapéutico
No hay nada terapéutico cuando no hay nada que curar. La creencia que subyace estas prácticas violentas es que cualquier forma de orientación sexual o identidad de género distinta de la heterosexual es anormal, enferma o patológica. Si bien sabemos de momentos en la historia donde este tipo de “tratamientos” eran utilizados sin cuestionamiento, ya hemos avanzado en el tiempo, profundizado en la investigación y llegado a concluir que toda esta violencia pudo ser justificada sólo desde un marco de ignorancia e irrespeto abierto a la dignidad más básica de las personas que la sufrieron. Desde 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría reconoció como error seguir llamando trastorno a la homosexualidad y sacó tal categoría de sus manuales. La Organización Mundial de la Salud (OMS), hizo lo mismo en 1990. Por lo tanto, insistir en llamar enfermo o patológico cualquier parte constitutiva de la dignidad de las personas es una forma de agresión que dista bastante del objetivo central de lo terapéutico: traer sanidad y alivio.
2. Son formas de coerción (o bien, conversión al estilo colonial)
Efectivamente, y tal como ocurre desde tiempos de la conquista y colonia, la palabra “convertir” puede ser equiparada sin problema a sinónimos como someter, forzar, coaccionar u obligar. Se relata que en México por ejemplo, “la conversión era la moneda de canje para que los frailes ofrecieran protección a las comunidades indígenas de la violencia, la explotación y la esclavización de los colonos españoles.” Es decir, la colonia traía consigo tanto la amenaza como la “solución”. Hoy, en 2023, podemos decir que las “terapias” de conversión son una manifestación actualizada del mismo modelo colonial que obliga a las personas a someterse a la heterosexualidad, y su modelo de familia que sostiene al sistema capitalista, o ante la negativa, tener que experimentar el dolor del castigo que conlleva la “cura”, de la mano del desprecio de la comunidad, las autoridades religiosas y la familia; frecuentemente aliadas en la implementación de estas prácticas.
3. Utilizan técnicas de sometimiento reconocidas como tortura
Múltiples grupos de activistas e investigadores de diversos países han denunciado y presentado pruebas detalladas del uso de técnicas como golpes, privación de alimentos, aislamiento involuntario, medicación forzada, abuso verbal, humillación, violaciones e incluso la electrocución durante este tipo de procedimientos.
En 2020, el Grupo de Expertos Forenses Independientes (IFEG), una organización internacional especializada en la evaluación de casos de tortura y maltrato, emitió un comunicado declarando que:
“La terapia de conversión no tiene validez médica ni científica. La práctica es ineficaz, intrínsecamente represiva y es probable que cause a las personas un dolor y sufrimiento físico y mental significativo o grave con efectos nocivos a largo plazo. Es nuestra opinión que la terapia de conversión constituye un trato cruel, inhumano o degradante cuando se lleva a cabo por la fuerza o sin el consentimiento de una persona y puede constituir tortura según las circunstancias, es decir, la gravedad del dolor físico y mental y el sufrimiento infligido. Como forma de tortura o trato cruel, inhumano o degradante, los Estados tienen la obligación de garantizar que los actores públicos y privados no cometan, instiguen, inciten, alienten, consientan, participen o sean cómplices directamente en la terapia de conversión. Los Estados también tienen la responsabilidad de regular todos los servicios de salud y educación que puedan estar fomentando esta práctica nociva”.
En el mismo documento, el IFEG explica que el uso de técnicas que causan daño físico, dolor y/o sufrimiento mental para someter a las personas está reconocido internacionalmente como tortura y está inequívocamente prohibido en todo el mundo por la Convención contra la Tortura de la ONU.
4. Sus impactos y consecuencias son complejas de superar
A nivel psicológico, cuando una persona ha tenido que enfrentar esta forma de violencia bautizada con el traje de “terapia”, los niveles de dolor y trauma son intensos y su recuperación es compleja en muchos sentidos. La premisa de que algo está mal con quién se es a nivel tan intrínseco es en sí una forma de humillación, degradación y discriminación. Un informe de 2018 del Experto Independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género de la ONU, enfatiza que estas prácticas implican que las personas LGBTQ+ son “un colectivo amenazador e inferior que representa un peligro para la salud pública y las estructuras ‘tradicionales’”, y crea la falsa noción de que le corresponde a la población cis-het “arreglarlo”. El enfrentar una práctica coercitiva que humilla va a generar inevitablemente un daño profundo a la propia imagen, culpa, vergüenza y auto-desprecio. No es inusual que estas personas desarrollen cuadros complejos de ansiedad, depresión, aislamiento social y formas complejas de trauma. A esto se agregan dificultades para relacionarse, para confiar y altos índices de ideación e intención suicida. En casos donde fueron utilizados medicamentos sin el consentimiento de la persona, hay una intensificación del terror psicológico, además de generar trastornos mentales, problemas en el movimiento, en la memoria, en el peso y la sexualidad.
5. Constituyen una violación a los derechos humanos
Si bien el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que: “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”, las “terapias” de conversión son un ejemplo de cómo se escoge de forma particular a un grupo de personas para ofrecerles un “tratamiento” desventajoso. En el artículo: “Terapias de conversión como tratamiento degradante”, se resumen varias las razones por las que estas prácticas están en contradicción con los derechos humanos; entre ellas: no se reconoce el valor moral igualitario de las personas. Cuando se atacan aspectos tan básicos de la dignidad humana, como en este caso, se niegan libertades relacionadas con la sexualidad y la identidad de género. Esto es exactamente lo que promueven estas prácticas: una subordinación de las identidades LGBTIQ como inferiores a las heterosexuales, lo que otorga a esta representación del poder hegemónico el no tener que considerar los intereses o bienestar de esta comunidad. Es obligación de los gobiernos de cada país proteger a todas las personas de abusos y violencias que se alimentan de la estigmatización social histórica de todo aquello que no se reconozca como “heterosexual”.
6. Muchas legislaciones del mundo ya las han prohibido y otras están en camino a hacerlo
Son ya muchos los países del mundo que han prohibido las “terapias” de conversión a nivel nacional y regional. El primero fue Brasil en 1999, a través de su Consejo Federal de Psicología, siendo la primera legislación que prohibía estas prácticas en el mundo. Le siguieron Samoa (2007), Fiji y Argentina (2010), Ecuador (2014), Malta, Nauru y Suiza (2016), Uruguay (2017), Taiwán (2018) y Portugal (2019). Alemania lo hizo en 2020, con el detalle de que padres, madres y tutores legales también pueden recibir sanciones si participan en engañar, coaccionar o amenazar a sus hijxs; Albania lo prohibió ese mismo año. India y Chile lo hicieron en 2021, este último prohibiendo cualquier diagnóstico basado en la orientación sexual o identidad de las personas. Francia lo hizo en 2022 con la aprobación unánime de la Asamblea Nacional y con la posibilidad de que organizaciones activistas presenten demandas civiles en nombre de las personas sobrevivientes. Ese mismo año fueron prohibidas también en Paraguay, Canadá, Grecia, Vietnam, Israel y Nueva Zelanda.
En lo que va de este año (2023) se ha prohibido en Chipre, Islandia y España. Otros países tienen prohibiciones a nivel regional como es el caso de Australia, México y Estados Unidos. Varias naciones han presentado proyectos de ley que están siendo analizados en la actualidad como Austria, Bélgica, Finlandia, Irlanda, Países Bajos y Reino Unido.
7. Han sido reconocidas como prácticas dañinas que carecen de fundamento científico
A nivel internacional, la Asociación Mundial de Psiquiatría confirma la falta de evidencia de que pueda cambiarse una orientación sexual. Además, confirma cómo las “terapias” de conversión son más bien un terreno fértil para que los prejuicios y la discriminación crezcan y se diseminen a partir de la suposición de que la homosexualidad es una enfermedad. Tanto la Asociación Médica Mundial como la Organización Panamericana de la Salud, consideran estas prácticas una verdadera amenaza contra la salud y los derechos humanos e insisten en que deben ser denunciadas y castigadas. A nivel internacional, casi 100 asociaciones y colegios profesionales de medicina, enfermería, psicología y psiquiatría en todo el mundo han emitido y publicado declaraciones oficiales en contra de las “terapias de conversión”, que coinciden en afirmar que estas prácticas: no son éticas, carecen de respaldo y evidencia científica, causan daños graves a quienes las sobreviven, son una forma de discriminación y promueven el odio en la sociedad y las familias.
8. Son una forma de violencia espiritual y abuso religioso
Por hacer uso de creencias religiosas o bien valores de tipo moral que se desprenden de interpretaciones fundamentalistas de los textos y las tradiciones cristianas, las “terapias de conversión” constituyen un ejercicio de violencia espiritual. Además, son también una forma de abuso de poder, en este caso abuso religioso, por desarrollarse de forma repetida e intencionada en el contexto de relaciones de confianza, como las que se entablan en el contexto de una iglesia entre pastores, sacerdotes y sus fieles, un grupo espiritual religioso con su líder, o bien, cuando desde estos espacios se es referido a un profesional de salud que sostiene visiones patologizantes de la diversidad sexual. Familiares, amigas y amigos se integran a esta red de traiciones para llevar a la persona por un camino tortuoso, disfrazado de una piedad perversa, donde una deidad simbólica es la que orquesta y justifica la violencia. El resultado de esto es una forma de trauma complejo llamado trauma espiritual; impresiones inconscientes, profundas y dolorosas asociadas a estas representaciones de divinidad.
9. Inducen al error en cuanto a la legitimidad del consentimiento
Personas y grupos de poder que defienden estas prácticas argumentan que no se puede hablar de violencia o agresión si la persona ha “pedido” o ha “consentido” someterse o ser parte de una “terapia” de conversión. Lo que este argumento no toma en cuenta es que el consentimiento siempre debe interpretarse tomando en cuenta las circunstancias bajo las cuales se da. Es central entender que cuando existe un orden social, un desempoderamiento sistemático de las identidades LGBTIQ que no reciben el mismo respeto y consideración que sí reciben las personas heterosexuales, estamos ante un desequilibrio de poder. Antes de que llegue el momento de ofrecer un consentimiento, si es que les es consultado, las personas LGBTIQ han tenido que soportar por muchos años cuestionamientos sobre su existir más básico, y la constante presión, muchas veces en formas violentas, de renunciar a su sexualidad o identidad de género. A esto se une la inacción de las instituciones como el gobierno, la iglesia y la familia, que se perfilan más como cómplices en lugar de hacer todo lo posible para proteger a las personas LGBTQ de estas prácticas violentas. El consentimiento que pueda ser otorgado para una terapia de conversión no es otro que uno viciado y que debe ser profundamente cuestionado, al igual que la “terapia” misma.
10. Luchar contra las “terapias” de conversión, es luchar contra prácticas violentas establecidas desde la conquista y la colonia
El uso de motivos religiosos como arma para la manipulación y el sometimiento, es una estrategia conocida de los poderes hegemónicos y sus metas de conquista. Vivir la religión y la espiritualidad es un derecho de las personas. Pervertirlas y utilizarlas para manipular y someter es una forma de abuso de poder. Problematizar estos discursos de odio disfrazados de imágenes religiosas constituye entrar en el terreno de las acciones decolonizadoras concretas. No podemos permitir que el poder que ostenta un líder religioso o un profesional de la salud sea utilizado para la oprimir a las personas e inducirles a someterse a intereses de ciertos grupos poderosos y sus narrativas históricas de odio y exclusión. Cada vez que un país declara como ilegales las “terapias” de conversión y cuestiona la narrativa religiosa asociada a estas prácticas, está desafiando una dinámica de poder que ha mantenido en la oscuridad a nuestros pueblos y en sufrimiento a muchas personas.
Algunos recursos consultados
Peidro, S. (2021). La patologización de la homosexualidad en los manuales diagnósticos y clasificaciones psiquiátricas. Revista de Bioética y Derecho, (52), 221-235.
Crewe, R. D. (2019). Bautizando el colonialismo: las políticas de conversión en México después de la conquista. Historia mexicana, 68(3), 943-1000.
Independent Forensic Expert Group. (2020). Statement on conversion therapy. Journal of forensic and legal medicine, 72, 101930. https://irct.org/wp-content/uploads/2022/08/IFEG-Statement-Conversion-Therapy.pdf
Informe del experto independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. (2018). https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/G18/132/15/PDF/G1813215.pdf?OpenElement
Trispiotis, I., & Purshouse, C. (2022). ‘Conversion Therapy’ As Degrading Treatment. Oxford Journal of Legal Studies, 42(1), 104-132.
Equaldex, a collaborative knowledge base for the LGBT (lesbian, gay, bisexual, transgender) movement. https://www.equaldex.com/
Conversion “Therapy”: 10 Reasons Why We Should Undoubtedly & Vehemently Oppose It
Note to the Reader: this blog was originally written in Spanish; therefore, all cultural or social references are subject to the authors’ context.
Karina Vargas is Costa Rican, an educator, and feminist theologian. She holds a Psychology degree of the National University of Costa Rica and a Master’s degree in Studies of Social and Family Violence from Universidad Estatal a Distancia located in San José, Costa Rica. She currently serves as director of the Institute on Spiritual Violence, Healing & Social Change, a project of Soulforce, and as professor of Liberation Theologies at the Augsburg University, MN. Among her main research focuses are the power dynamics involved in spiritual-religious violence and therapeutic processes to support survivors of these forms of violence.
Conversion “therapy” is a harmful practice associated with more complex forms of violence and abuse perpetuated inside religious groups and healthcare spaces. In the last few decades, it has been a heated and controversial topic of debate worldwide. Below, we will explore ten reasons why taking a stand against it means siding with the basic notions of respect, justice, and human rights.
1. There’s nothing therapeutic about it
A cure is not needed when there is nothing to cure. The core belief behind this violent practice is that any sexual orientation or gender identity other than cisgender-heterosexual is abnormal and pathological. Although in certain historical periods this type of “treatment” was broadly and uncontestedly used, scientific research has since greatly advanced and proven the ineffectiveness of the practice. We can safely assert today that this violence can only be justified by ignorance and hostility towards the basic dignity of others. In 1973 the American Psychiatric Association recognized their mistake in referring to homosexuality as a disorder and removed it from the profession’s diagnostic manuals. The World Health Organization (WHO) did the same in 1990. Therefore, insisting on calling any constitutive part of a person’s identity a disease or pathology is a form of aggression, and it is far removed from the central objective of therapy: to provide healing and relief.
2. It’s a form of coercion
As has been the case since the times of conquest and colonization, the word “convert” can be considered synonymous with terms like, submit, force, coerce, or obligate. For example, there is documentation that in post-conquest Mexico: “conversion was the exchange currency for friars to offer protection to indigenous communities from the violence, exploitation, and enslavement of the Spanish colonizers.” That is, the Spanish brought with them both the threat and the “solution”. Today, in 2023, we can say that conversion “therapy” is an updated manifestation of the same colonial model that forces people to conform to the hetero-patriarchal family model idealized by capitalist society. Or in the face of refusal, suffer all the pain that the “cure” entails, accompanied by the contempt of their community, religious authorities, and family–who are frequently complicit in the implementation of this practice.
3. It uses subjugation techniques internationally recognized as torture
Multiple groups of activists and researchers have denounced and presented detailed evidence of the use of techniques such as beatings, starvation, involuntary isolation, forced medication, verbal abuse, humiliation, rape, and even electrocution during these types of procedures.
In 2020, the Independent Forensic Expert Group (IFEG), an international organization specialized in the evaluation of torture and ill-treatment cases, released a statement declaring that:
“Conversion therapy has no medical or scientific validity. The practice is ineffective, inherently repressive, and is likely to cause individuals significant or severe physical and mental pain and suffering with long-term harmful effects. It is our opinion that conversion therapy constitutes cruel, inhuman, or degrading treatment when it is conducted forcibly or without an individual’s consent and may amount to torture depending on the circumstances, namely the severity of physical and mental pain and suffering inflicted. As a form of cruel, inhuman, or degrading treatment or torture, states have an obligation to ensure that both public and private actors are not directly committing, instigating, inciting, encouraging, acquiescing in, or otherwise participating or being complicit in conversion therapy. States also have a responsibility to regulate all health and education services, which may be promoting this harmful practice.”
The experts of the IFEG continue to explain that the use of techniques that cause physical damage, pain, and/or mental suffering to subdue people is internationally recognized as torture and unequivocally prohibited worldwide by the UN Convention Against Torture.
4. The consequences are difficult to overcome
Psychologically when a person has been forced to endure this type of violence under the guise of “therapy”, the levels of pain and trauma left behind are intense, and recovering from them is a very complex task. The notion that something is very wrong with who you are, is in itself a form of humiliation, degradation, and discrimination. A 2018 report from the UN’s Independent Expert on protection against violence and discrimination based on sexual orientation and gender identity, emphasizes how this practice implies that LGBTQ+ people are “a threatening and inferior group, posing a danger to public health and ‘traditional’ structures”, and this implication creates the false notion that it is up to the cisgender-heterosexual members of the population to “fix” that. Undergoing such a practice, based on humiliation and coercion, will inevitably lead to profound damage to one’s self-image, guilt, shame, and self-hatred. Many victims report developing severe anxiety, depression, social isolation, and other complex manifestations of trauma. On top of this, victims usually also suffer difficulties relating to others, trust issues, and high rates of suicidal ideation and attempts.
5. It’s a violation of human rights
Although Article 1 of the Universal Declaration of Human Rights states that: “All human beings are born free and equal in dignity and rights”, conversion “therapy” is a clear example of how certain groups are excluded from these protections. In the article “Conversion Therapy” As Degrading Treatment, a summary of several reasons why these practices are in contradiction with human rights is presented, one of which is that the equal moral value of people is not recognized. In the case of conversion “therapy”, basic aspects of human dignity are attacked, freedoms related to sexuality and gender identity are denied, and the subordination of LGBTQ+ identities as inferior to heterosexual identities is promoted. This reinforces the ability and privilege of the hegemonic powers to disregard the interests and well-being of the LGBTQ+ community. It is each country’s responsibility to protect its population from the abuse and violence that feeds on the historical and social stigmatization of everything that is not recognized as “heterosexual”.
6. It has been banned in many countries
There are already many countries around the world that have banned conversion “therapy” at national and regional levels. The first country to ever do so was Brazil in 1999, followed by Samoa (2007), Fiji and Argentina (2010), Ecuador (2014), Malta, Nauru, and Switzerland (2016), Uruguay (2017), Taiwan (2018), and Portugal (2019). Germany and Albania banned it in 2020. In Germany, it comes with the important addition of possible criminal penalties for parents and legal guardians in case of being found complicit in the deception, coercion, or threatening of their children. In 2021 it was banned in Chile and India. In 2022 it was banned in France, Canada, Greece, Israel, New Zealand, Paraguay, and Vietnam. In France, it was approved unanimously by the National Assembly with a vote of 142-0, and the possibility was created for social organizations to file civil lawsuits on behalf of victims. So far this year (2023), it has been banned in Cyprus, Iceland, and Spain. Besides the 25 countries with nationwide bans, there are regional prohibitions in Australia, Mexico, and the United States. Several other nations have introduced bills that are currently in consideration, like Austria, Belgium, Finland, Ireland, the Netherlands, and the United Kingdom.
7. It’s been recognized as a harmful practice that lacks a scientific foundation
The World Psychiatric Association has confirmed that no scientific evidence supports the claim that sexual orientation can be changed. They have also stated that conversion “therapy” is fertile ground for prejudice and discrimination to grow and spread, out of the assumption that homosexuality is a disease. Both the World Medical Association and the Pan American Health Organization consider this practice a threat to health and human rights and insist that it must be denounced and criminalized. Globally, around 100 professional associations and institutes of medicine, nursing, psychology, and psychiatry have issued and published official statements against conversion “therapy”, all which describe this practice as unethical, lacking scientific support and evidence, causing severe harm to its victims, being a form of discrimination, and promoting hate.
8. It’s a form of spiritual violence and religious abuse
By making use of religious beliefs and values that derive from fundamentalist interpretations of Christian texts and traditions, conversion “therapy” constitutes an exercise of spiritual violence. It is also an abuse of power because it intentionally takes place in contexts where the victim trusts the perpetrators, like pastors, priests, and fellow parishioners. When they get referred to “healthcare professionals” that hold the same bigoted worldviews, the healthcare worker then perpetuates the violence. Family members and friends are frequently part of these betrayal networks that lead people down tortuous paths disguised as perverse piety, where a symbolic deity is the one orchestrating and justifying the violence. The result of all of this is a very complex form of trauma called Spiritual Violence, characterized by unconscious, deep, and painful images associated with these representations of divinity.
9. It creates misleading notions of consent
The people and groups in power that defend this practice argue that one cannot speak of violence or aggression if the victim “asked” or “consented” to undergo conversion “therapy”. What this argument fails to recognize is that for consent to be valid, one must always take into account the circumstances under which it is given. It is essential to understand that LGBTQ+ people have historically suffered systematic disempowerment, resulting in a power imbalance where they don’t receive the same respect and consideration that their heterosexual counterparts do. Even before consent is requested, if it is requested at all, LGBTQ+ people usually have long endured questions about their existence and constant pressure, often violent, to renounce their sexuality or gender identity. Added to this is the inaction of social institutions like the government, church, and family, which often act in complicity with the violence instead of protecting their LGBTQ+ members. Any consent given for conversion “therapy” is polluted and should be deeply questioned, just like the “therapy” itself.
10. Fighting against conversion “therapy” is fighting against violent practices established since the conquest and colonization period
The weaponization of religion for manipulation and submission is a well-documented strategy used by hegemonic powers in their quest for conquest. Being able to practice religion and spirituality peacefully is a human right. Perverting and using them to manipulate and subdue is an abuse of power. To denounce the Religious Right’s promotion and continuation of conversion “therapy” is one concrete decolonizing action. We cannot allow the power wielded by religious leaders and healthcare professionals to be used for the oppression and submission of vulnerable people when its only goal is to benefit the interests of certain powerful groups and their worldviews based on hatred and exclusion. Every time a country bans conversion “therapy” and publicly questions the religious justification associated with it, it challenges the power dynamic that has kept our communities in the dark and many people suffering.
References
Peidro, S. (2021). La patologización de la homosexualidad en los manuales diagnósticos y clasificaciones psiquiátricas. Revista de Bioética y Derecho, (52), 221-235.
Crewe, R. D. (2019). Bautizando el colonialismo: las políticas de conversión en México después de la conquista. Historia mexicana, 68(3), 943-1000.
Independent Forensic Expert Group. (2020). Statement on conversion therapy. Journal of forensic and legal medicine, 72, 101930. https://irct.org/wp-content/uploads/2022/08/IFEG-Statement-Conversion-Therapy.pdf
Informe del experto independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género. (2018). https://documents-dds-ny.un.org/doc/UNDOC/GEN/G18/132/15/PDF/G1813215.pdf?OpenElement
Trispiotis, I., & Purshouse, C. (2022). ‘Conversion Therapy’ As Degrading Treatment. Oxford Journal of Legal Studies, 42(1), 104-132.
Equaldex, a collaborative knowledge base for the LGBT (lesbian, gay, bisexual, transgender) movement. https://