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Recuperación y Resignificación de rituales religiosos como experiencia de sanidad para sobrevivientes de Violencia Espiritual y Abuso Religioso
Karina Vargas Espinoza
Karina Vargas Espinoza es costarricense, educadora, teóloga feminista y bachiller en Psicología de la Universidad Nacional de Costa Rica. Tiene una Maestría en Estudios sobre Violencia Social y Familiar. Actualmente se desempeña como directora de proyecto en Soulforce y como profesora de Teologías de Liberación en la Universidad de Augsburg, MN. Dentro de sus temas de interés están las dinámicas de poder que intervienen en las violencias de tipo espiritual-religioso y los procesos terapéuticos para apoyar a sobrevivientes de estas formas de violencia.
Y ahora miro atrás un poco y hace tanto que pasó.
Todo lo que yo amaba ya no es mío y se escapó.
Ahora estoy tan confundido; niebla y humo alrededor.
¿Dónde está el sol? ¿Dónde está Dios?
¡Dime quién me lo robó!
Sui Generis
Si bien la expectativa de muchas personas al unirse a un espacio espiritual es ser apoyadas para comprender mejor lo que nombran como divino y así encontrar esperanza para su forma de vivir y pensar, la realidad es que, para muchxs, estos espacios han sido una fuente de distorsión profunda de su mundo y de lo que significa entenderse como alguien creyente.
La sensación de que algo fue arrebatado o dañado en relación a la posibilidad de sostener una práctica religiosa o espiritual es una experiencia común en nuestro trabajo con personas sobrevivientes de Violencia Espiritual y Abuso Religioso. Las personas que experimentan Trauma Espiritual tienden a perder su capacidad de participar en este tipo de espacios y, como consecuencia, se ven privadas de una potencial fuente de apoyo y significado para sus vidas.
En esta entrada, queremos explorar la centralidad de recuperar tanto la capacidad como el derecho humano a disfrutar de una espiritualidad libre y que conduzca a la vida, e ilustrar este esfuerzo en la forma en que Soulforce, a través de uno de nuestros eventos denominado Culto Cuir, busca resignificar liturgias cristianas, proveyéndoles nuevos colores y contenidos.
El Trauma espiritual: un vacío de desconfianza, miedo y temor a un nuevo rechazo.
Como se describe en nuestro libro Violencia Espiritual y Fenómenos Religiosos que Abusan de la Fe el Trauma Espiritual “refiere a las consecuencias, marcas o memorias dolorosas que continúan afectando, con el paso del tiempo, la vida de las personas o grupos que han sido víctimas de las diversas formas en que se ejerce la Violencia Espiritual y El abuso Religioso. Sus secuelas pueden manifestarse como pensamientos constantes de culpa, vergüenza, o impureza; rabia y resentimiento, o miedo a no ser suficientes, como dignidad a medias, asociada a las representaciones e ideas religiosas impulsadas por la Supremacía Cristiana, y grabadas en la psique individual y colectiva, replicándose día a día en todas las capas sociales.”
Para Tobin (2016), el trauma que genera la Violencia Espiritual se da cuando “los símbolos sagrados, los textos y las enseñanzas religiosas se convierten en armas que dañan a una persona en su formación espiritual y en su relación con Dios”. La misma autora argumenta en relación a las tradiciones cristianas católicas y sus enseñanzas sobre el género y la sexualidad:
“Estas enseñanzas infligen no solo daño emocional, sino también daños claramente espirituales. Uno no puede involucrarse apropiadamente en una relación amorosa con Dios si al mismo tiempo cree que Dios le ve como fundamentalmente defectuoso, y defectuoso en una forma que es de alguna manera más profunda que la enseñanza católica general sobre la pecaminosidad humana.”
¿Por qué es central trabajar en la recuperación de prácticas religiosas que afirmen y validen simultáneamente la identidad espiritual y sexual?
Profesionales de salud coinciden en que una de las áreas más complejas de navegar con personas LGBTQIA+ sobrevivientes de Violencia Espiritual y/o Abuso Religioso son exactamente la espiritualidad y la religión. Haldeman (2002), en un artículo sobre cómo apoyar a personas LGBTQIA+ en su recuperación de experiencias violentas en espacios religiosos, explica que las creencias religiosas y espirituales profundamente arraigadas pueden ser un aspecto del yo tan importante como la orientación sexual. Las creencias y experiencias religiosas de muchas personas funcionan como un timón principal, por lo que, desprenderse de este timón en el proceso de volverse más y más conscientes de las violencias y abusos sufridos, es una pérdida importante y dolorosa a tener en cuenta.
Una práctica religiosa en conflicto con la sexualidad genera en muchos casos obstáculos para la integración del yo. Haldeman (2002) comparte que, en su desesperación por buscar algo de integración entre estas dos áreas centrales en su vida, muchas personas pueden terminar sometiéndose a las ECOSIEG, (Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad de Género o Expresión de Género), conocidas como “terapias” de conversión”, con la esperanza de modificar una sexualidad “problemática” para su tradición religiosa. Lamentablemente los estudios confirman que estas prácticas sólo logran generar más daño, profundizando la complejidad del trauma.
Algunos se preguntarán: “¿Por qué seguir echando mano de lo religioso cuando ha hecho tanto daño?” El mismo investigador y terapeuta destaca que muchas personas, por su conformación subjetiva, darán mayor importancia, incluso por encima de la sexualidad, a sostenerse sobre su identidad espiritual y su sistema de creencias religiosas. En estos casos, sugerir “un abandono de sus tradiciones espirituales en favor de una actitud más afirmativa hacia la diversidad sexual” también puede causar daño psicológico profundo.
Culto Cuir: Un espacio de afirmación de la identidad espiritual y sexual de personas LGBTQIA+
Profesionales de la salud recomiendan como parte de los abordajes integrales de sanidad de estas formas de violencia, la creación de entornos que afirmen y validen simultáneamente la identidad espiritual y sexual, donde se pueda “reconocer y validar el dolor y la pérdida, neutralizar la vergüenza y alentar a las personas a vivir para sí mismos en lugar de las instituciones sociales que los presionan para ajustarse a un determinado estándar.” (Haldeman, 2002)
Es aquí donde, como organización que procura colaborar en la denuncia de las violencias espirituales y también en la posibilidad de sanar y transformar nuestros espacios sociales, desde Soulforce y Teología Sin Vergüenza hemos desarrollado el Culto Cuir. Este es un programa experimental impulsado por la comunidad, por y para personas cuir, que procura crear espacios espirituales politizados que trasciendan los límites tradicionales de los entornos religiosos. En estos espacios las personas pueden explorar, reclamar y redefinir su espiritualidad a medida que sanan de las heridas provocadas por la violencia espiritual y el abuso religioso, a través de las artes, la autoexpresión y la aceptación radical.
El Culto Cuir cuenta con varios momentos. A continuación les contamos sobre dos de ellos, como ejemplos de estas propuestas de sanidad integral.
Bautismos de Cambio de Nombre: Un Reconocimiento de una transición sagrada
En una de nuestras giras en Ecuador y en la preparación de nuestro segundo Culto Cuir, recibimos una atrevida petición de una persona trans: “¿y durante este culto me podrían bautizar con mi nuevo nombre?” ¡Nuestra respuesta fue un inmenso sí! Esto nos llevó a nuestra primera experiencia de un bautismo de cambio de nombre.
La teología detrás de los bautismos cristianos gira alrededor de ser un signo y un sello de ingreso de la persona a la comunidad de creyentes. Lamentablemente, en la experiencia de las personas trans, su posibilidad de participación es anulada de los espacios religiosos tradicionales y su deseo de pertenecer a una comunidad espiritual termina siendo desterrado, al igual que su existencia en casi todas las instancias sociales.
Nuestra propuesta de recuperación y resignificación para esta ceremonia reconoce como sagrado el largo camino que le ha tomado a una persona llegar a convertirse en una versión más verdadera de sí misma. Durante la ceremonia pedimos a las personas participantes compartir lo que deseen en relación a este nuevo nombre y lo que esto representa para su identidad y dignidad. Este es un momento central y emotivo ya que, para muchas de estas personas, es la primera vez que tienen ante ellxs una audiencia en un espacio religioso que les afirma con ansias el deseo de escuchar su historia y celebrarla como comunidad. Después de esto oramos por lxs participantes –cada unx siguiendo su propia tradición o creencia– y celebramos su coraje, su vida, su lucha y la alegría de estar juntxs atestiguando la belleza y centralidad de este momento en la vida.
El Llamado al Altar: Una relectura de la doctrina de la confesión y una invitación a deshacerse de antiguas y pesadas palabras.
Una vieja estrategia empleada por la Supremacía Cristiana, es la de grupos religiosos hegemónicos que se autonombran los dueños de la jurisdicción de los espacios y prácticas religiosas o espirituales. El elemento común es su apropiación del poder para ordenar, en nombre de Dios, quién y qué prácticas son aprobadas o correctas, y cuáles clasifican como heréticas, desviadas o fuera de sus formas de interpretación de las narrativas bíblicas, (frecuentemente antojadizas y poco fieles.)
En la experiencia de Latinoamérica, el momento del Llamado al Altar se entiende como un espacio de conexión directa con lo divino, donde se invita a las personas a pasar al frente para reconocerse en su condición pecadoras y necesitadas y a la vez recibir de sus líderes espirituales alguna palabra de perdón u otra revelación. Estas prácticas no escapan de lo que Panchuk (2020) denomina carga normativa. Pecadores y santos, paganos y creyentes, son términos descriptivos con juicios normativos incorporados, juicios establecidos y controlados por los grupos religiosos que ostentan el poder hegemónico. Los pecadores son personas que hacen cosas malas; los santos son personas que viven vidas religiosamente ejemplares. Desde este dispositivo, el poder ha construido sus narrativas de privilegio y exclusión.
En la versión del Llamado al Altar del Culto Cuir decidimos comenzar por la posibilidad de invitar a las personas participantes a despojarse de su necesidad de pedir perdón por sus acciones etiquetadas arbitrariamente como “malas” desde estos juicios normativos. Durante el Llamado al Altar no pedimos perdón. Tampoco aceptamos que se llame “pecado” a nuestras formas de ser y amar. Además, animamos a las personas participantes a abrazar la realidad de su pérdida y dolor, entendiendo que quienes deberían buscar perdón y transformación son sus agresores del pasado y presente, sean estos líderes religiosos o bien profesionales de salud. Nos han sorprendido las historias de personas que pueden confirmar la manera en que los diagnósticos de un profesional de salud sólo contribuyeron a hundirse más y más en su dolor y confusión, al etiquetarles y patologizarles por ser personas diversas. Durante nuestro llamado al altar, nosotros, representantes LGBTQIA+ de instituciones religiosas y profesiones de salud mental, nos presentamos ante la congregación para ofrecer disculpas en nombre de aquellas instituciones que han causado daño.
El Llamado al Altar resignifica la experiencia de venir al frente como una oportunidad de quitarse de encima el peso de esas palabras y etiquetas y depositarlo en las manos de la divinidad. Al entregar este peso de forma simbólica, las personas nos han reportado una oportunidad única de reconocerse como sobrevivientes de violencia espiritual y/o abuso religioso y a la vez, como emocionadas al considerar la idea de una divinidad que les abraza y celebra tal y como son.
Poniendo delante la vida y la muerte
Al cierre de esta entrada, consideramos importante llamar a los espacios religiosos y espirituales, sean iglesias, comunidades o grupos a cuestionarse el contenido y fruto de sus teologías y prácticas. Sullivan (1994) habla en primera persona del autodesprecio y la disfunción emocional que las enseñanza sobre sexualidad y género pueden causar en personas LBGTQIA+.
“Encontré una manera de borrar el amor de la vida… La rigidez teológica se convirtió en el complemento esencial de un vacío emocional. Y a medida que el vacío se hacía más profundo, la rigidez se agudizó. Las enseñanzas de la Iglesia crearon una dinámica que en la práctica no conducía a la virtud sino a la patología… Estas doctrinas no podrían en la práctica hacer lo que querían hacer: no se puede afirmar la dignidad humana y negar al mismo tiempo el amor humano.” (Sullivan, 1994)
¿Seguirán nuestras prácticas y espacios espirituales y religiosos siendo lugares de contradicción; generadores de enfermedad y muerte, o podemos caminar hacia convertirnos en comunidades de afirmación, sanidad y vida?
Bibliografía consultada
Haldeman, D. C. (2002). Therapeutic antidotes: Helping gay and bisexual men recover from conversion therapies. Journal of Gay & Lesbian Psychotherapy, 5(3-4), 117-130.
Panchuk, M. (2020). Distorting concepts, obscured experiences: Hermeneutical injustice in religious trauma and spiritual violence. Hypatia, 35(4), 607-625.
Sullivan, A. (1997) Alone again, naturally: The Catholic church and the homosexual. The New Republic 22:50–55.
Tobin, T. (2016) Spiritual violence, gender, and sexuality: Implications for seeking and dwelling among some Catholic women and LGBT Catholics. In Seekers and dwellers: Plurality and wholeness in a time of secularity, ed. Philip J. Rossi. Washington, D.C.: The Council of Research in Values and Philosophy.
Vargas, K., Onofrio, A., & Bautista, J. (2022). Violencia espiritual y fenómenos religiosos que abusan de la fe. Soulforce.
Reclaiming and Transforming Religious Rituals as a Healing Experience for Survivors of Spiritual Violence and Religious Abuse
Karina Vargas Espinoza
Karina Vargas is Costa Rican, an educator, and feminist theologian. She holds a Psychology degree of the National University of Costa Rica and a Master’s degree in Studies of Social and Family Violence. She currently serves as Project Director at Soulforce, and as professor of Liberation Theologies at the Augsburg University, MN. Among her topics of interest are the power dynamics involved in spiritual-religious violence and therapeutic processes to support survivors of these forms of violence.
“Now I look back a little, as it happened so long ago.
Everything I loved is no longer mine, it has slipped away.
Now I am so confused; fog and smoke all around.
Where is the sun? Where is God? Tell me, who stole it from me!”
Sui Generis
Many people join spiritual communities hoping to find support in understanding the Divine and finding hope for their lives. However, for many, these spaces have actually led to a profound distortion in their relationship with the world and their identities as believers. In our work with survivors of Spiritual Violence and Religious Abuse, we’ve found that numerous people feel something has been taken from them, or that their ability to practice their faith has been damaged. Those who experience Spiritual Trauma often lose their ability to participate in these types of spaces and, as a result, are deprived of a potential source of support and meaning in their lives.
In this post, we want to explore the importance of reclaiming our capacity and fundamental human right to experience a free, life-nurturing spirituality. We will illustrate this idea by examining how Soulforce, through an event called Culto Cuir, Church of the Queerly Beloved, aims to reframe Christian rituals and liturgies, infusing them with new meanings and perspectives.
Spiritual Trauma: A Void of Distrust, Dread, and Fear of New Rejection
As described in our book Spiritual Violence and Religious Phenomena that Abuse Faith, Spiritual Trauma: “refers to the consequences, wounds, or painful memories that continue to impact the lives of individuals or groups who have been victims of various forms of Spiritual Violence and Religious Abuse. Its aftermath can manifest as constant thoughts of guilt, shame, or impurity; anger and resentment; or fear of not being enough. This is all associated with religious representations and ideas driven by Christian Supremacy, which have become deeply ingrained in the individual and collective psyche, perpetuating themselves through all levels of society on a daily basis” (2022).
According to Tobin (2016), the trauma generated by Spiritual Violence occurs when “sacred symbols, texts, and religious teachings become weapons that harm a person in their spiritual formation and relationship with God.” The same author argues regarding Catholic Christian traditions and their teachings on gender and sexuality:
These teachings inflict not only emotional harm, but also distinctly spiritual harms. One cannot appropriately engage in a loving relationship with God when one believes that God sees one- self as fundamentally flawed—flawed in a way that is somehow deeper or more fundamental than general Catholic teaching about human sinfulness.
Why is the Creation of Queer-Affirming Religious Practices Central to Our Work?
Health professionals acknowledge that one of the most challenging aspects to address when working with LGBTQIA+ survivors of Spiritual Violence and/or Religious Abuse is their bond with spirituality and religion. According to Haldeman (2002), deeply ingrained religious and spiritual beliefs can be just as fundamental to a person’s identity as their sexual orientation. For many individuals, their religious beliefs and experiences serve as a primary guiding force, so coming to terms with the violence and abuse they endured while also considering letting go of this guiding force can be an important and agonizing process.
When religious beliefs conflict with sexuality, it can make it hard for individuals to fully integrate all aspects of themselves. Haldeman (2002) explains that some people, in their attempt to find harmony between their religious beliefs and their sexuality, may turn to efforts to change their sexual orientation, gender identity, or gender expression, often referred to as “conversion therapies”, hoping to align their sexuality with their religious teachings. Unfortunately, studies have shown that these efforts are ineffective and can actually cause more harm that deepen the complexity of the trauma.
Some may question why individuals continue to hold onto their religious beliefs despite the harm it has caused. Haldeman (2002) points out that for many people, spiritual identity and religious beliefs are deeply ingrained and can carry more weight than their sexuality due to personal experiences and upbringing. In these cases, suggesting that individuals abandon their spiritual traditions in favor of being more accepting of sexual diversity can also cause significant psychological harm. So how do we respond?
Culto Cuir: A Space of Affirmation for the Spiritual and Sexual Identities of LGBTQIA+ People
Creating environments that affirm and validate both spiritual and sexual identity simultaneously is one of the most important recommendations from professionals to promote healing from various forms of Spiritual Violence. This approach allows individuals to “recognize and validate the pain and loss, neutralize shame, and encourage people to live for themselves instead of for the social institutions that pressure them to conform to a certain standard” (Haldeman, 2002).
This is why Soulforce and Teología Sin Verguenza have created Culto Cuir as an initiative to denounce Spiritual Violence and promote healing in our communities. This is a community-driven experimental program, designed by and for queer people, that seeks to create politicized spiritual spaces that transcend the traditional boundaries of religious environments. In these spaces, people can explore, reclaim, and redefine their spirituality as they heal from the wounds caused by Spiritual Violence and Religious Abuse, through art, self-expression, and radical acceptance.
Culto Cuir has many pivotal and poignant moments-each one carefully crafted to create safer spiritual space for the LGBTQIA+ community to continue their journeys of healing and spiritual reclamation. Below are two examples of Queer Feminist theological praxis:
Name Change Baptisms: Recognizing a Sacred Transition
Last year, during the preparations for our second Culto Cuir in Ecuador, we received a bold request from a trans person: “Could you baptize me with my chosen name during this worship service?” Our response was an enthusiastic yes! This led us to our first experience of a name-change baptism.
The theology of Christian baptism is a sign and seal of a person’s acceptance into the community of believers. However, transgender and non-binary people often find themselves excluded from various types of social settings, including traditional religious spaces, where they are constantly vilified and prevented from participating.
Our proposal for reclaiming and reinterpreting this ritual acknowledges the sacred journey that each person has taken to become a truer version of themselves. Throughout the ceremony, we invite participants to share their thoughts on their new name and what it signifies for their identity and dignity. This is a poignant and pivotal moment, as it may be the first time that many of these individuals are embraced and acknowledged in a religious setting, affirming their story and their presence within the community. We pray for the participants—each following their own tradition or belief— and celebrate their courage, life, struggle, and the joy of coming together to witness the beauty and significance of this moment in life.
The Altar Call: A Reinterpretation of the Doctrine of Confession and an Invitation to Leave Behind Burdensome Words.
We are no strangers to that old supremacist strategy in which hegemonic religious groups self-appoint themselves as the owners of the jurisdiction of religious or spiritual spaces and practices. They have the power to dictate, in the name of God, which practices are approved or correct, and which are classified as heretical, deviant, or outside their interpretations of biblical narratives (frequently whimsical and unfaithful in terms of exegesis and hermeneutics).
In Latin American culture, the Altar Call is viewed as a direct connection with the Divine. During this practice, people are invited to come forward to acknowledge their sinful condition and needs, and to receive words of forgiveness or other revelations from their spiritual leaders. However, these practices do not escape what Panchuk (2020) refers to as a “normative burden”. Terms like sinners and saints, heathen and believers, carry embedded normative judgments, which are established and controlled by religious groups with hegemonic power. Sinners are seen as people who do bad things, while saints are viewed as those who lead religiously exemplary lives. This power imbalance constructs narratives of privilege and exclusion.
In the Culto Cuir version of the Altar Call, we start by giving participants the opportunity to let go of the need to ask for forgiveness for ways of being arbitrarily labeled as “bad”, based on normative judgments. During the Altar Call, we do not require people to come forward to ask for God’s forgiveness; we do not accept the label of “sin” to describe our lives and our love. Rather, we, the LGBTQIA+ representatives of religious institutions and mental health professions, stand before the congregation to offer and apology on behalf of those institutions that have caused harm. We encourage participants to embrace the reality of their loss and pain, and to understand that those who should seek forgiveness and transformation are their past and present aggressors. We have been surprised by the stories of people who can confirm how prejudiced diagnoses from health professionals led them deeper into their pain and confusion by labeling and pathologizing them for being diverse people.
The Altar Call reinterprets the experience of coming forward as an opportunity to release the weight of those labels and place it in the hands of the Divine. By symbolically relinquishing these burdens, people have noted a unique opportunity to recognize themselves as survivors of Spiritual Violence and/or Religious Abuse, and at the same time, to embrace the idea of a divinity that accepts and celebrates them as they are.
Placing Life and Death at the Forefront
In conclusion, it’s vital for us to urge religious and spiritual communities to question the impacts of their theologies and practices. Sullivan (1994) discusses how teachings on sexuality and gender can lead to self-contempt and emotional issues for LGBTQIA+ people:
“I found a way to expunge love from life… A theological austerity became the essential complement to an emotional emptiness. And as the emptiness deepened, the austerity sharpened the Church’s teachings created a dynamic that in practice led not to virtue but to pathology….. These doctrines could not in practice do what they wanted to do: they could not both affirm human dignity and deny human love.” (Sullivan, 1994)
Will our spiritual and religious practices and spaces continue to be places of contradiction, preaching death and condemnation, or can we move towards becoming communities of affirmation, healing, and life?
References
Haldeman, D. C. (2002). Therapeutic antidotes: Helping gay and bisexual men recover from conversion therapies. Journal of Gay & Lesbian Psychotherapy, 5(3-4), 117-130.
Panchuk, M. (2020). Distorting concepts, obscured experiences: Hermeneutical injustice in religious trauma and spiritual violence. Hypatia, 35(4), 607-625.
Sullivan, A. (1997) Alone again, naturally: The Catholic church and the homosexual. The New Republic 22:50–55.
Tobin, T. (2016) Spiritual violence, gender, and sexuality: Implications for seeking and dwelling among some Catholic women and LGBT Catholics. In Seekers and dwellers: Plurality and wholeness in a time of secularity, ed. Philip J. Rossi. Washington, D.C.: The Council of Research in Values and Philosophy.
Vargas, K., Onofrio, A., & Bautista, J. (2022). Violencia espiritual y fenómenos religiosos que abusan de la fe. Soulforce.